Poco me imaginaba, a mediados del 2008, lo que iba a cambiar mi vida. Había estudiado Comercio Internacional y al poco tiempo, con mucha suerte, había conseguido colocarme en una multinacional británica dedicada al mundo del software para la gestión de empresas. Todo iba bien.
Una mañana, sin embargo, llegué al trabajo y sobre la mesa tenía la notificación de que me iba a la calle. La culpable, según me contaron, fue una tal "crisis", todavía muy desconocida. 20 compañeros de la sucursal se vieron en la misma situación.
Pronto tuve claro lo que iba a hacer: Daría un giro a mi vida para
dedicarme a la cocina. Por tradición familiar el tema de la restauración
siempre me había atraído. Mi abuela María, la mejor cocinera del mundo
(valga el tópico por esta vez), ha dedicado gran parte de su vida a esta
actividad. Mi tío, Josep Barahona , también. Otra tía, Anto, tras estudiar medicina se especializó en nutrición y realiza multitud de cursos de cocina saludable. Al margen de la profesionalidad de los tres citados anteriores, mi madre, mi padre y el resto de mi familia también cocinan estupendamente.
Me formé durante dos años en Barcelona, en la escuela de hostelería Hofmann. Al terminar, comencé un periplo de aventuras y desventuras por restaurantes catalanes. En todos aprendí algo y en algunos aprendí mucho. Posiblemente el que más me influyó sea el Torreó de l'Indià, en Xerta, donde pese a la fugaz estancia como jefe de partida me curtí más que en dos años de escuela. Bajo la batuta de Francesc López, formado junto a Alain Ducasse en Francia, la cocina del Torreó presentaba una calidad en las elaboraciones desconocida para mí hasta entonces. Fran me transmitió, quizá sin pretenderlo, su obsesión por los puntos de cocción y su enorme trascendencia en el resultado de un plato.
Trabajar en El Torreó de l'Indià tenía un único problema: la situación geográfica. Si trabajar en un "estrella Michelín" ya ejerce una enorme presión sobre el cocinero, hacerlo lejos de tu familia, tu pareja y tus amigos se convierte en un escollo complicado de sobrellevar a los 25 años. Cuando me surgió la oportunidad decidí cambiar de lugar, y aterricé en otro de los restaurantes que más me han aportado como cocinero: El Rincón de Diego. Junto a Diego Campos aprendí a valorar el producto por encima de todo. Relativicé la importancia de la técnica aplicada, que pasó a estar en segundo lugar.
El Rincón de Diego era un buen restaurante en el que trabajar. Los menús cambiaban velozmente y eso evitaba la rutina que a veces mucho pesa en una cocina. El personal era quizá el más preparado con el que me he encontrado hasta el momento, con grandes currículum en la mayoría de los casos, habiendo estado al lado de grandes nombres de la cocina como Santi Santamaría, Michel Guérard o Sergi Arola. Trabajar allí convertía el día a día en un continuo aprendizaje de técnicas y preparaciones que acreditaban la estrella Michelín ostentada desde 2005.
Me autopronosticaba un largo futuro en Cambrils, cuando recibí una oferta para trabajar en el extranjero. Dos personas pretendían abrir un bar de tapas en Hong Kong, y necesitaban un jefe de cocina formado en España que aceptara vivir allí una temporada. Mentiría si digo que no lo dudé. Lo dudé mucho. No era ni siquiera capaz de situar con exactitud Hong Kong en un mapa, pero finalmente acepté. La situación actual de España no es muy prometedora, la verdad, y expertos mundiales apuntan a Hong Kong como la punta de lanza de la economía China, con la multitud de gentes de diversas procedencias que ello conlleva. Así que tras conocer a los que iban a ser mis jefes, en un viaje relámpago este pasado mes de enero, decidí que me iba para allí.
Ahora mientras la burocracia sigue su curso, espero para instalarme allí el próximo mes de marzo. Si todo va bien, inauguraremos el bar de tapas en abril.
Antes de finalizar esta introducción a mi blog debo mencionar a una persona a la que tengo mucho que agradecer, pues sin su ayuda cuando más lo necesité hoy no estaría preparando esta nueva aventura. Él es Josep Barahona, mi tío. Él abandonó España con 21 años, y hoy lleva más de 20 años en Japón. Lo suyo sí fue realmente duro, pues no existía Internet y su único enlace con su tierra eran periódicos viejos que le enviaban semanalmente. Imaginarme la dificultad de sus inicios me ha dado fuerzas en muchos momentos duros, que los hay, vividos en una cocina. Cuando decidí dedicarme a esto me acogió durante meses en su casa, en Tokio, y me puso a trabajar con él. Me dio la oportunidad de conocer la alta cocina desde cerca, siendo un novato, y me mostró el camino para seguir adelante.
Tampoco sería posible mi aventura sin el apoyo de mi abuela Carmen, que ha tenido que armarse de paciencia para aguantarme estos últimos años siendo siempre mi ayuda más cercana, el de mi padre, que nunca ha querido interferir en mis decisiones, aceptándolas sin reparos y el de mi madre, que no se ha cansado de luchar día tras día conmigo para que me labrara un futuro, cuando para mi el futuro no era tan importante como el presente. Un beso a ellos y a mis tios, hermanos y resto de la família, por el cariño que siempre me han dado.
Gracias también a Julia, por entender que las oportunidades pasan una vez y deben aprovecharse. Pronto estaremos juntos de nuevo :)
En definitiva, gracias a todos por ayudarme en la elección de este camino .
Gracias también a Julia, por entender que las oportunidades pasan una vez y deben aprovecharse. Pronto estaremos juntos de nuevo :)
En definitiva, gracias a todos por ayudarme en la elección de este camino .